El dramaturgo Roberto Perinelli pergeñó una interesante y atrapante trama policial, llena de misterio, en un ámbito lúgubre con aire setentoso. El relato, escrito hace más de tres décadas, narra un hecho policial reincidente en nuestra sociedad en tiempos actuales. La directora Corina Fiorillo presenta la obra con un inicio atractivo que después se aletarga. Las dos figuras masculinas nos adentran en la historia con minúsculos indicios de lo que está pasando. Hay algunos momentos de humor, picardía callejera, enorme aprensión y enfrentamiento de posiciones.
Son muy buenas las actuaciones de Roberto Vallejos -a quien vimos este año destacarse en Dignidad-, en la piel de un ex convicto, y de Ernesto Claudio, en un personaje más hermético y cambiante. La obra tiene su broche de oro con la llegada del personaje femenino. Es allí donde resucita, con momentos desgarradores, en una notable y sentida interpretación de Silvina Bosco.
La escenografía creada por Julieta Risso es muy apropiada, en tanto que la interesante música de Rony Keselman, resulta muy alta y a un ritmo que en ciertos momentos rompe el clima. Asimismo, el efecto de la comparsa no es adecuado, con un volumen demasiado elevado para resultar verosímil, lo cual es una lástima pues tiene el rol de representar el ambiente festivo externo frente al dramático suceso puertas adentro.
En resumen, un tema poco representado, muy original, que podría ser intachable si se acortaran ciertas partes, con un final realmente inesperado, difícil y muy crudo, que paraliza al espectador. Cristian A. Domínguez
La música original es de Rony Keselman, la coreografía y el asesoramiento corporal de Mecha Fernández y el diseño de vestuario y de escenografía de Julieta Risso.
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